En Preinfant seguimos en primera línea acompañando a madres en situación de vulnerabilidad en plena crisis del Covid-19. Hoy os compartimos esta carta que ha escrito Arantxa Diez, nuestra coordinadora en Madrid, donde podréis ver cómo las acompañamos:
Recibo un mensaje en el Whatsapp: “Hola, puedes llamarme? No tengo saldo”. Tardo 20 minutos en ver el mensaje y realizar inmediatamente la llamada.
“Dime, qué pasa?”
“Estoy en la puerta del Hospital La Paz, no me atrevo a entrar…”
Carmen (nombre ficticio) es una de las mujeres del programa Preinfant que va a dar a luz en estos días de confinamiento. Finalmente ha llegado el día, a pesar de lo que ha fantaseado con la idea de que el embarazo se detuviera con el tiempo, con la actividad, con la experiencia de vida…
Pero el ciclo sin fin continua, y en estos tiempos de tantos fallecimientos siguen viniendo al mundo bebés, sigue configurándose una nueva generación. Los bebés que nazcan en España entre marzo y mayo de 2020 (con suerte) serán los niños y niñas del coronavirus, contarán en su anecdotario la historia de su nacimiento, se encontrarán y al compartirlo sentirán que algo les une…
Y desgraciadamente en muchos casos, será lo único que les una… Puesto que seguirán perteneciendo a clases diferentes, vivirán en contextos diferentes, tendrán oportunidades diferentes, y hasta sus derechos se respetarán de diferente manera. Porque les pasó a sus madres cuando en la primavera de 2020 les traían al mundo en España. Porque a todas las futuras mamás les dan una mascarilla al entrar en la maternidad, a todas les sucedía que al miedo al parto se sumaba el miedo al contagio. A muchas les acompañaba la preocupación de un familiar o amistad enferma, a muchas la tristeza de algún fallecimiento sin despedida…
Todas compartieron un nacimiento sin flores, sin visitas, sin celebración, sin osito de peluche… Y algunas de estas madres, como si la situación no fuera lo suficientemente cruel, venían contagiadas del virus de la desigualdad, ese virus invisible que hace que todo sea más grave y más difícil, porque falta una red social de apoyo, porque no disponen de recursos ni posibilidad de obtenerlos, sin papeles, sin ingresos, hacinadas.
Hasta estos días acompañábamos a las mujeres a las citas médicas o sociales, organizábamos encuentros entre todas para generar lazos de colaboración mutua, y manteníamos sesiones atención individual para trabajar las emociones sobre la maternidad, aspectos relacionados con el parto, la crianza, la planificación familiar, etc.
Y llegó cuando se detuvo el tiempo, pero no la vida… En estas semanas hemos seguido acompañando a nuestras mujeres. Reconozco que cuando todo esto empezó pensé que no sería tan diferente adaptar el trabajo a hacerlo desde casa, solo tendría que llamarlas por teléfono en lugar de que vinieran al despacho. Incluso mejor para aquellas que su barriga ya pesaba, o para las que el billete de metro es un gasto extra…
Pero no ha sido así, no está siendo tan fácil, hemos ido pasando fases en estas semanas. Y lo más curioso es que el coronavirus no ha terminado de implantarse en ellas, sus miedos son más los efectos de la pandemia que el propio virus.
Al principio las intervenciones estaban centradas en ingeniarnos quien cuidaría al bebé, los centros escolares cerraban, pero ellas tenían que seguir trabajando; sin un padre, un familiar o un amigo con quien compartir la crianza… Como si las vivencias de todos los veranos apareciesen de golpe, sin previo aviso.
Esto pasó pronto, enseguida empezaron a contarnos la pérdida del trabajo, sin posibilidad de reclamación, sin ERTE, ni permiso retribuido, ni paro… Simplemente “no vuelvas”, “igual te llamamos cuando esto acabe”,… Más ofertas de trabajo en primera línea de exposición por 6 euros la hora… y “aunque me lo pensara… ¿quién cuida del bebé?”.
Y con el paso de marzo a abril, los alquileres, en ocasiones subarrendamientos de habitaciones compartidas a precios imposibles que puntualmente cobran inquilinos de inquilinos, sin opción a condonar o financiar.
Siguiente etapa, “¿Sabes de alguna organización que done pañales o leche para el bebé?”. Afortunadamente disponemos de una pequeña partida presupuestaria para ayudas de primera necesidad y allí que nos pusimos a entregar toallitas, pañales, biberones… En Barcelona, los viernes, con largas colas con un metro de separación entre las personas. En Madrid, de puerta en puerta, saludándonos en la distancia, preguntado desde lejos por el estado de salud.
Y nuevas noticias de mujeres que se ponían de parto, hasta 6 niños han nacido en estas semanas. Afortunadamente todos con buena salud, algunos han podido estar con sus madres y disfrutar de su entrada en el mundo piel con piel. Ninguno se ha contagiado de coronavirus, pero sus pañales están en la puerta del portal, o en la cola del viernes.
Y los grupos online, los encuentros virtuales, el contacto telemático. Sesiones diarias de una hora de duración, a las que acceden voluntariamente aquellas que pueden y quieren. En estas sesiones afloran muchas cosas: que para ellas el confinamiento no es tan diferente, que su vida ya era encierro, supervivencia y soledad, que sus bebés conocen las pantallas porque es su manera de querer a sus familiares a miles de kilómetros, que su único apoyo aquí éramos y seguimos siendo nosotras, las profesionales.
Y en este contexto, también aflora el concepto (para algunos desconocidos, para otros demasiado manido) de resiliencia. Nos cuentan que esta situación, en una habitación de seis metros cuadrados, está siendo la oportunidad para encontrarse con su bebé, para entregarse sin otra preocupación.
“Todo está destrozado, pero nada más puedo hacer, solo regalarle el tiempo que hasta ahora solo podía destinar al sustento, y entre nosotros ha hecho clic, y esta comprensión ya no tiene vuelta atrás, esto quedará para siempre… Y el coronavirus habrá venido para algo”.